¿Qué se dicen los mayas de esta vasija?

¿Qué se dicen los mayas de esta vasija?

miércoles, 9 de diciembre de 2009

LOS MAYAS Y LA MÚSICA

Hay muchos enigmas pendientes de solución en el estudio de la civilización maya. La música plantea uno de los más curiosos. Conocemos decenas de representaciones de músicos, en los relieves, en las pinturas murales o en los vasos pintados, a veces verdaderas orquestas, lo que significa que debían ser muy raras las ceremonias que carecían de su acompañamiento musical. Es lógico en una cultura barroca, habitante de un bosque tropical repleto de sonidos. Por desgracia ignoramos las melodías, aunque podemos imaginar cómo se escucharían instrumentos como trompetas de cerámica, resonadores, flautas, ocarinas, pitos, tambores, sonajas y otros por el estilo. Muchos de esos objetos se han hallado en las excavaciones arqueológicas. Y aquí está el enigma: hasta donde llega mi conocimiento, nunca se ha visto representado en el magnífico arte maya un instrumento de cuerda, lo que resulta sorprendente en un medio en el que abundan las fibras, las lianas, la cordelería, incluso las tripas de animales sacrificados o consumidos. La selva sugiere constantemente sonidos de vibración y multitud de cajas de resonancia ¿por qué los mayas no apreciaron esa posibilidad musical, como hicieron otros muchos pueblos?

lunes, 26 de octubre de 2009

Congresos, congresazos y congresillos

Me pregunto muchas veces si vale la pena asistir a la mayoría de los congresos que se anuncian. Suele ocurrir que lo mejor de un congreso sea el turismo que se puede hacer en la bonita ciudad donde se celebre, o bien volver a ver a buenos amigos y colegas con los que es difícil reunirse. Hay congresos enormes, como el Internacional de Americanistas, del que poca sustancia científica puede sacarse, a no ser que uno sea un digno descendiente de aquellos polígrafos de hace cincuenta años que tocaban todos los palos y aparentemente sabían lo mismo de etnohistoria zapoteca que de arqueología de la Patagonia. Hay congresos en los que todas las ponencias y comunicaciones son bienvenidas, con lo cual se debe uno preparar para oír naderías, propuestas aburridísimas y alardes de rancia erudición. Y hay congresos en los cuales los organizadores seleccionan a los participantes, que son por lo general amigos con los que se intercambia el favor, y ahora te invito yo con los gastos pagados y mañana me invitas tú con parecidas ventajas, y yo te publico tus cosas -que a veces se repiten hasta la saciedad en toda tribuna pública a la que puedan acceder- y luego tu me publicas las mías. Finalmente, hay congresos en los que se trabaja de verdad durante tres o cuatro días, en asuntos concretos, que necesitan revisión o resolución, y con verdaderos especialistas que tienen algo original e interesante que decir.
En todo caso, yo diría que los congresos en general empiezan a estar pasados de moda. En la era de Internet el intercambio de ideas y opiniones puede producirse velozmente desde la propia mesa de trabajo, y las publicaciones son electrónicas. Nuestro campo de investigación perderá tal vez algo de romanticismo, y quedará en un segundo plano el personalismo que relacionaba de inmediato las hipótesis con el rostro de su enunciador, y hasta con su talante y humor, pero habrá un claro ahorro de dinero que puede destinarse a becas, viajes y proyectos.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Zonas arqueológicas y otros pecados

Recuerdo muy bien que cuando terminé los trabajos en Oxkintok fueron a visitar el sitio varios altos funcionarios del INAH, sobre todo miembros del Consejo de Arqueología (así se llamaba entonces, hacia 1991, la institución que dispensaba los permisos de excavación y velaba por el rigor de los proyectos, ignoro si todavía conserva ese nombre); algunos de ellos mostraron un cierto escándalo por el hecho de que yo había seleccionado para la excavación y restauración unos sectores determinados de cada grupo explorado, en lugar de haber emprendido la liberación y rehabilitación de los conjuntos enteros. Esto último, decían, hubiera facilitado la visita de los turistas, quienes deseaban ver las ciudades antiguas más o menos como habían sido en el pasado, pirámides completas, palacios enteros, barrios llenos de todo. Las excavaciones arqueológicas en algunos países se supeditan en cierta medida a la posterior explotación del lugar como reclamo turístico. Nada que objetar a un beneficio para el país y para los habitantes de la localidad, pero resulta que en ocasiones se fuerza el procedimiento, se dejan de lado los intereses científicos, si es que verdaderamente existen en los proyectos, y se inventan o medio inventan edificios y rincones urbanos. La prisa, y la modestía de medios económicos, también juegan su papel, y a veces lo que hay al final es una suerte de pastiche difícil de justificar a la luz de la arqueología; consecuencia de aquellos objetivos es también la adaptación de las ciudades a los espectáculos para turistas, el más desastroso de los cuales es el de luz y sonido, horrible invento que destruye y llena de cables, focos, sillas y artilugios diversos los mejores sectores de muchos hermosos sitios.

viernes, 10 de julio de 2009

La buena divulgación

En arqueología maya, como en cualquier otro campo de estudio, se necesita la divulgación. Primero, porque es muy conveniente crear un ambiente de interés general, que facilitará, teóricamente, que se multipliquen la oportunidades de trabajo e investigación; segundo, porque el dinero que gastamos los profesionales debe de volver a los contribuyentes como información instructiva y que satisfaga sus ansias de cultura y su curiosidad. Pero hay buena y mala divulgación, como hay buena y mala investigación. La divulgación científica no es exactamente periodismo, por ello no conviene el sensacionalismo, los apresuramientos, ni el ¡qué más da!
Viene esto a cuento porque me ha llegado un suplemento de Historia National Geographic dedicado a los mayas: muy interesantes textos, excelentes fotografías -como siempre en esta casa- pero algunos fallos de redacción que podrían, con muy poco esfuerzo, haberse evitado. Hay, por ejemplo, contradicciones de unas páginas a otras en cuanto a fechas o a la población que hubo en determinadas ciudades. Los traductores de textos del inglés al castellano deben poner atención, y someter sus versiones a especialistas para que corrijan algún gazapo involuntario. En todo caso, la labor que hace National Geographic por la buena divulgación respecto a la antigüedad americana es muy encomiable. Fruto, posiblemente, de una tradición anglosajona de la que deberíamos aprender mucho en España.

martes, 16 de junio de 2009

Sólo dos palabras aún

En las catedrales medievales europeas no sólo se llevaban a cabo actos de la liturgia cristiana. Se compraba y se vendía, había reuniones con fines variados, se refugiaba la gente perseguida, algunos dormitaban tendidos por ahí. En fin, nadie confundiría una catedral con un mercado o con una plaza pública. Ciertamente, pudo haber enfrentamientos de juego de pelota exclusivamente deportivos, en alguna rara ocasión, fuera de las fechas especiales, no lo sé, nadie lo sabe con certeza para el período Clásico, porque no hay datos arqueológicos al respecto, pero únicamente en el Postclásico Tardío tenemos alguna escasa información de apuestas o contiendas no religiosas. Los códices mexicanos contienen representaciones de juegos de pelota, nunca lúdicos, siempre religiosos. Los marcadores, las esculturas relacionadas, las pinturas, los jeroglíficos, todo indica que el juego era un rito cosmológico en el que con frecuencia participaban incluso los reyes. Y además está el Popol Vuh donde se describe con detalle la simbología. Y si miramos los relieves de El Tajín o de Chichén Itzá, y otros, es indudable que en algunos casos el rito atlético terminaba con sacrificios humanos.

lunes, 15 de junio de 2009

Algo más sobre el Juego de Pelota

Mi amable comentarista señala la posibilidad de que el Juego de Pelota mesoamericano prehispánico fuera principalmente un deporte, un entretenimiento atlético y lúdico como tantos otros en distintas partes del mundo. Apela a un joven investigador llamado Barrois que ha trabajado sobre este tema en distintas ocasiones y que, tal vez, puede ser considerado ya un experto en la cuestión. Bien, he repasado las publicaciones de mi colega y no he encontrado argumentos suficientes que permitan mantener una hipótesis como ésa. De hecho, Barrois insiste una y otra vez en el carácter religioso del juego, e involucra en su razonamiento a la iconografía y epigrafía asociadas, ambas ratificando el aspecto ritual de la ceremonia y la naturaleza sagrada del espacio donde se llevaba a cabo. Ciertamente, de ser exclusivamente un deporte, o un espectáculo, las construcciones serían muy diferentes, quizás graderíos para poder acomodar a los espectadores. Se trataba, sin duda, de un acontecimiento privado, nunca público, en la línea típica de los ritos religiosos mayas y mesoamericanos en general, donde la gente asistía como meros comparsas externos, sin participar y ni siquiera ver lo que ocurría en el interior de los santuarios o áreas de máxima sacralidad. No hay que dejarse engañar por algunas observaciones de los cronistas españoles sobre los últimos años postclásicos; aunque fuera cierto que había a veces apuestas o simples contiendas para comprobar la habilidad o resistencia de algunos nobles, la vieja tradición del juego seguiría teñida y profundamente penetrada de religiosidad. El Juego de Pelota era una manifestación más de lo Sagrado, un rito cosmológico, y como tal una puerta o una vía para la comunicación con el misterio del Otro Mundo.

jueves, 4 de junio de 2009

EL JUEGO DE PELOTA

Desde varios siglos antes de Cristo los mesoamericanos jugaron a la pelota. No fue un deporte, no fue un entretenimiento, fue la formalización de una idea religiosa, un ritual cosmológico de trascendental importancia. En la cosmovisión de los pueblos antiguos de Mesoamérica el origen de la vida, y por ende el origen del hombre, estaba relacionado con el establecimiento de un espacio y un tiempo en el que pudieran realizarse tales expectativas. El espacio y el tiempo lo producían los astros al moverse. Con su aparente ir y venir, de manera rítmica y previsible, el sol, la luna y Venus, principalmente, producían las condiciones de toda la creación, y del objetivo máximo que las potencias originarias se habían fijado con ella. El ser humano. Por ello, el juego de pelota reproducía las condiciones primeras en que tal acontecimiento tuvo lugar. Era un rito de conservación del universo, de "re-creación" del mundo, que, al actualizar el momento del origen, permitía la continuidad de lo creado. La pelota, de caucho, maciza, representaba el astro, y los jugadores, que personificaban a las fuerzas creadoras, golpeaban esa pelota para llevar adelante el simulacro de la escena en que el firmamento se llenó de movimiento por primera vez. Los astros circulaban por el cielo y se hundían en el inframundo cuando desaparecían de la vista. Y, como colofón, para alimentar esas fuerzas inacabables, había un sacrificio humano, pues la vida se podía transmitir de los hombres a los dioses. Cientos de edificios para el juego de pelota se diseminaron por toda el área, como si fueran iglesias en una ciudad moderna, hay sitios, como El Tajín, en Veracruz, que tiene 17 de tales patios sagrados, y hay uno enorme en Chichén Itzá, en Yucatán, que incluye unos relieves donde se ve claramente la decapitación de un jugador. No se podía tocar la pelota con las manos o los pies, y de ahí que no solamente constituyera el juego una demostración de habilidad especial sino también una coreografía de magníficos valores plásticos.

jueves, 30 de abril de 2009

MAYAS Y EGIPCIOS II

La civilización egipcia es inimaginable sin los jeroglíficos. Gracias a la escritura jeroglífica, descifrada ya a principios del siglo XIX, sabemos hoy tantas cosas del país del Nilo. Los mayas fueron el único pueblo precolombino que desarrolló una escritura plena, del tipo "jeroglífico", es decir, estructuralmente semejante a la de los egipcios, con signos que se leen como palabras (logogramas) y signos que representan sonidos (fonogramas), por lo general silábicos, de modo que, en ambos casos, se trata de escrituras logosilábicas, o ideográfico-fonéticas, es el penúltimo paso en la evolución de los sistemas escriturarios mundiales, el que utilizaron también los hititas o los chinos, el siguiente y último es la escritura alfabética, la de Ugarit, Grecia y Roma.
El inconveniente de trabajar con la escritura maya, de una gran belleza y variedad de formas, es que los escribas de aquella civilización centroamericana no estuvieron interesados, al parecer, en escribir sobre la vida cotidiana, o en componer poemas y relatos de ficción, ni siquiera fueron verdaderamente explícitos cuando se trataba de asuntos políticos o religiosos, los únicos que aparecen en las inscripciones. Mientras que los egipcios escribieron hasta cuentos y leyendas, los mayas se limitaron a enumerar sucintamente hechos relacionados con los reyes o los dioses, poniendo sobre todo énfasis en las fechas en que habían tenido lugar. Y esos hechos no son generales, sino focalizados en pocos asuntos concretos, como las entronizaciones, algunas batallas, dedicaciones y sacrificios, y casi nada más. Probablemente no encontraremos nunca en las inscripciones mayas un Sinuhé, ni un Libro de los Muertos, ni un Papiro Ebers, y aun así cada gota de información que nos ofrecen los textos descifrados es un enorme paso adelante en la comprensión del pensamiento de esa fascinante cultura.

domingo, 19 de abril de 2009

DIVULGACIÓN ARQUEOLÓGICA

Desde hace muchos años me he dedicado con entusiasmo a la divulgación de aquellos aspectos de la arqueología americana que me parecían más próximos a la sensibilidad de un público lector hispánico. Es una tarea necesaria, el reconocimiento social de la investigación que realizamos los profesionales es la justa correspondencia a los medios que esa sociedad pone en nuestras manos. Siempre me ha indignado que los españoles sientan tan poca curiosidad por el continente americano, por sus pueblos antiguos y modernos, por su historia, que en buena medida es compartida con la propia España. Y esa indignación alcanza a los programas de las escuelas, que no incluyen a América indígena y precolombina como parte de nuestro propio pasado. No hace falta ser muy observador para darse cuenta de que en la empresa divulgadora priman las culturas asiáticas, africanas y europeas, y en lo que respecta a las civilizaciones antiguas Egipto entra a menudo en los hogares españoles de una u otra manera, mientras que muy pocos de mis compatriotas habrán oído hablar de los mochicas, de Teotihuacán, de los olmecas o de Tiahuanaco, todos ellos nombres que hacen referencia a culturas sobresalientes en el arte y en la antropología. Por eso he publicado decenas de artículos de divulgación en revistas como Koiné, Periplo, Viajeros, Historia 16, Patrimonio Mundial, Historia y Vida, Historia National Geographic, y en la prensa diaria, y casi nunca rechazo intervenir en la radio o en la televisión. Cuando nuestros jóvenes consideren a los mayas tan notables e interesantes como los egipcios, y cuando todas las personas sientan mucha curiosidad por las pirámides americanas, mi objetivo, y el de los que piensan como yo, estará cumplido.

lunes, 23 de marzo de 2009

EL PROBLEMA DE LOS SACRIFICIOS HUMANOS

Para muchas personas las culturas mesoamericanas tuvieron como rasgo sobresaliente el sacrificio humano. El prejuicio se debe sin duda a la información que los escritores españoles de la colonia nos legaron sobre los aztecas. Y es muy probable que los aztecas fueran grandes sacrificadores, el suyo era un régimen político de terror -ya que eran un grupo pequeño en un océano de potenciales enemigos- que les facilitaba el funcionamiento de la economía tributaria que practicaban. Pero el caso maya es muy diferente, primero porque la economía maya no se basaba en la extorsión a otras poblaciones, y segundo porque el florecimiento de esa civilización se produjo ocho siglos antes de que aparecieran los sanguinarios aztecas. De dos mil años de restos arqueológicos,en centenares de ciudades diseminadas por la selva, los indicios irrefutables de sacrificios humanos son escasísimos, apenas una docena. Ni la iconografía, ni la epigrafía, ni los exámenes de esqueletos, han permitido afirmar que el sacrificio humano fuera una práctica común, extendida y frecuente. Sobre todo en el período Clásico, entre el 200 y el 900 d.C. Por ello hay que criticar los mensajes de películas como Apocalypto, de Mel Gibson, que, a fuerza de simplificar, hacen creer que los mayas amaban las matanzas sagradas. Me parece que muchos creadores occidentales actuales proyectan sobre otras sociedades la terrible violencia que caracteriza a su propia sociedad.

martes, 6 de enero de 2009

mayas y egipcios I

Desde que empecé a estudiar a los antiguos mayas, hace ya muchos años, me impresionó profundamente la gran cantidad de semejanzas que presentaba aquella cultura centroamericana con la de los egipcios de la época faraónica. Desde luego, tal sensación no era ninguna novedad, muchos investigadores de la arqueología y la historia del arte habían manifestado en repetidas ocasiones que debía existir un nexo de alguna clase entre ambas sociedades. Rechazadas por improbables las hipótesis que defendían un contacto físico a través del Atlántico, quedaba otra posibilidad, la que los antropólogos apreciaban en ciertas situaciones de evolución cultural, y que se podría enunciar de esta manera: dos culturas, no importa que estén muy alejadas en el tiempo y en el espacio, pueden elaborar respuestas muy parecidas a problemas y retos sociales o medioambientales siempre que las circunstancias generales lo favorezcan. Es decir, que los egipcios, constreñidos por un medio desértico y hostil, dependiendo del Nilo para su supervivencia, y los mayas, habitantes de una selva inhóspita y con graves limitaciones en su desarrollo, encontraron en instituciones, costumbres y símbolos, de gran similitud, las fórmulas apropiadas para asegurar su existencia perdurable.